Los Ángeles es conocida por su sol, su tráfico y, ahora, por una creciente población de loros salvajes. Estas vibrantes aves, originalmente importadas como mascotas, se han adaptado a la vida urbana, creando un rompecabezas ecológico único para los científicos y un espectáculo colorido para los residentes. Lo que comenzó como mascotas fugadas se ha convertido en un ecosistema urbano próspero, que plantea interrogantes sobre la adaptación, la hibridación e incluso los posibles esfuerzos de conservación.
Del comercio de mascotas a la naturaleza urbana
La historia de los loros de Los Ángeles comenzó en la década de 1970 con un floreciente comercio de mascotas. Especies como los loros de corona roja y de corona lila eran populares y a menudo se vendían a compradores adinerados. Un incendio en una tienda de mascotas, donde se abrieron jaulas para salvar a los pájaros, a menudo se cita como un momento clave en su liberación. Con el paso de los años, estas aves escaparon o fueron liberadas intencionadamente, adaptándose sorprendentemente bien al entorno urbano.
Hoy en día, miles de loros habitan la ciudad, desde las palmeras de Pasadena hasta los postes telefónicos de Malibú. Prosperan a pesar de no ser nativos, en gran parte porque consumen plantas ornamentales importadas junto con ellos. A diferencia de las especies invasoras, no superan agresivamente a las aves locales. Un estudio de 2019 encontró que 25 especies de loros forman poblaciones autosostenibles en 23 estados de EE. UU., incluidos lugares poco probables como Illinois y Connecticut.
El misterio de la hibridación
Los investigadores del Occidental College, dirigidos por John McCormack, tropezaron con un giro inesperado: la hibridación. Los loros de corona roja y de corona lila, que nunca se superpusieron naturalmente en su México natal, ahora se están cruzando en Los Ángeles. El análisis genético revela aves con rasgos de ambas especies, creando un híbrido urbano único.
El laboratorio de McCormack mantiene una colección centenaria de especímenes de loros mexicanos, lo que proporciona una base para la comparación. Los hallazgos sugieren que los loros de Los Ángeles no sólo están sobreviviendo sino que están evolucionando de nuevas maneras. Esta hibridación podría incluso tener implicaciones para la conservación: si las poblaciones silvestres en México disminuyen, estos híbridos urbanos podrían convertirse en un reservorio genético crucial.
Adaptarse a la vida en la ciudad
El éxito de los loros no se debe sólo a la hibridación. Se han adaptado al paisaje urbano de otras maneras. Los periquitos Nanday, que se encuentran en las montañas de Santa Mónica, ahora se alimentan de sicomoros, imitando su dieta nativa. Los investigadores creen que podrían expandirse a las montañas de Santa Ynez, explotando hábitats similares.
Su comportamiento social también influye. Los loros se comunican a largas distancias y utilizan sus fuertes llamados para navegar por la jungla urbana. Se posan en zonas concurridas, posiblemente como defensa contra los depredadores. Científicos como Janel Ortiz estudian sus hábitos de nidificación, preocupados por la decadencia de las palmeras, sus lugares preferidos para anidar.
Conservación y futuro
La historia de los loros plantea complejas cuestiones de conservación. Si bien no son nativos, se han integrado al ecosistema de Los Ángeles. Algunos argumentan que merecen protección, especialmente dado su estado de peligro en su área de distribución nativa.
Se explora la posibilidad de repoblar México con loros de cría urbana. La población de Los Ángeles podría incluso superar a la población salvaje restante en algunas regiones. Los loros urbanos podrían servir como salvavidas genético para sus primos en la naturaleza.
A pesar de su resistencia, los loros enfrentan amenazas. Carecen de protección legal y ocasionalmente ocurren incidentes de captura y asesinato. Su supervivencia depende de una adaptación continua y de la voluntad de los residentes de Los Ángeles de coexistir con estos vibrantes recién llegados.
Los loros de Los Ángeles son más que simples mascotas fugitivas. Son un experimento vivo de adaptación, hibridación y ecología urbana. Su historia es un recordatorio de que incluso en los entornos más concretos, la naturaleza encuentra una manera de prosperar, evolucionar y sorprendernos.
