Susannah Emery, diseñadora de juegos de la Universidad de Adelaida en Australia, no construye mundos de fantasía o de combate. En cambio, está creando experiencias interactivas que simulan las realidades cotidianas de individuos neurodivergentes, personas cuyos cerebros procesan la información de manera diferente. ¿Su objetivo? Fomentar la empatía y la comprensión permitiendo a los jugadores experimentar cómo es navegar en un mundo no diseñado para ellos.
El poder de la experiencia inmersiva
El juego de Emery, Life (Re)Sounding, está diseñado para desafiar las suposiciones sobre la neurodiversidad. El juego no se centra en superar batallas épicas sino en completar tareas simples, como limpiar la basura, mientras lidia con problemas sensoriales del mundo real. Por ejemplo, un nivel demuestra cómo la intensa sensibilidad a la luz puede volverse debilitante, lo que obliga a los jugadores a lidiar con pantallas que se iluminan rápidamente hasta que se pierde la visibilidad.
“Está diseñado para mostrar que es el mundo mismo el que causa los desafíos que enfrentamos, y no nosotros mismos”, explica Emery. Esto destaca un punto crucial: muchos de los obstáculos que enfrentan los individuos neurodivergentes no son limitaciones inherentes sino más bien el resultado de entornos que no logran acomodar diversas experiencias neurológicas.
De la enseñanza al diseño de juegos: un viaje de descubrimiento
El camino de Emery hacia el diseño de juegos no fue lineal. Al principio de su educación, casi abandonó el campo después de que un asesor profesional la desanimó, sugiriendo que la multimedia no era un camino viable para una mujer. Ver a una jefa de departamento en una jornada de puertas abiertas de la universidad le hizo cambiar de opinión. Más tarde, mientras enseñaba en una remota comunidad australiana, observó que los estudiantes dejaban de participar en las lecciones tradicionales pero prosperaban con los videojuegos.
Esta comprensión la llevó a experimentar con la Nintendo Wii, eliminando los sistemas de puntuación para centrarse en el compromiso en lugar de la competencia. Este simple cambio aumentó drásticamente las tasas de asistencia, lo que demuestra el poder de los juegos para motivar el aprendizaje. Luego prosiguió sus estudios superiores, codiseñó un juego que combinaba el conocimiento de las Primeras Naciones con el plan de estudios australiano y, finalmente, obtuvo un doctorado. se centró en el uso de juegos para crear conciencia sobre la violencia doméstica.
Abordar el desequilibrio en la industria
La industria del juego se enfrenta a una clara brecha de género. Si bien la demografía de los jugadores es relativamente pareja, sólo el 22% de los desarrolladores de juegos australianos se identifican como mujeres. Esta falta de diversidad crea un círculo de retroalimentación: si los creadores no reflejan a la audiencia, es posible que los juegos en sí no resuenen entre una amplia gama de jugadores.
“La composición de quienes crean juegos debería reflejar a las personas que los juegan”, argumenta Emery. La representación importa. Garantiza narrativas y experiencias más inclusivas, lo que permite a los jugadores verse reflejados en los juegos que aman.
El papel de la IA: ¿herramienta o amenaza?
La inteligencia artificial está remodelando rápidamente el panorama de los juegos. Emery reconoce el potencial de la IA, pero advierte que no se debe permitir que se convierta en la única fuerza creativa. Si bien la IA puede acelerar el desarrollo, carece de las experiencias vividas que hacen que los juegos sean realmente atractivos.
“La IA puede codificar como un jefe. Pero no ha pasado por las mismas cosas que tú”. Las historias, los recuerdos y las emociones humanas son ingredientes esenciales que la IA no puede replicar.
Consejos para aspirantes a desarrolladores de juegos
El consejo de Emery para los recién llegados es simple: comiencen a crear juegos. Ya sea dibujando diseños en papel o usando motores gratuitos como Scratch y Twine, la clave es la experimentación. El desarrollo de juegos es iterativo e implica pruebas y refinamientos interminables.
“No hay fallas en los juegos. Hay un reinicio, ¿verdad?” Esta mentalidad se aplica al proceso creativo en sí. Adopte la repetición, aprenda de los errores y siga repitiendo hasta que el juego se sienta bien.
En última instancia, el trabajo de Emery demuestra que los juegos no son sólo entretenimiento; pueden ser herramientas poderosas para la empatía, la educación y el cambio social. Al simular experiencias vividas, desafía a los jugadores a reconsiderar sus suposiciones y crear un mundo más inclusivo, una partida a la vez.






























