Las actividades impulsadas por el hombre, como la extracción de petróleo y gas, están desestabilizando fallas inactivas durante mucho tiempo en regiones que antes se consideraban seguras contra los terremotos. Un nuevo estudio revela que incluso las áreas geológicamente estables son vulnerables a la sismicidad inducida, lo que desafía la física tradicional de los terremotos y genera preocupaciones sobre la infraestructura que no está preparada para los temblores.
El riesgo inesperado de fallas estables
Durante años, se creyó que las fallas inactivas en regiones alejadas de los límites de las placas tectónicas eran demasiado débiles para causar terremotos importantes. Se pensaba que estas fallas, que a menudo se encuentran en lugares como los Países Bajos, la meseta de Deccan en la India y partes de los EE. UU. (Oklahoma), se habían “curado” durante millones de años, formando fuertes vínculos y minimizando el riesgo de deslizamientos repentinos.
Sin embargo, una investigación dirigida por Ylona van Dinther de la Universidad de Utrecht demuestra que estas fallas aparentemente estables en realidad acumulan fuerza con el tiempo a través de un proceso llamado “curación por fricción”. Cuanto más tiempo permanecen encerrados, más fuertes se vuelven, creando una peligrosa acumulación de energía potencial.
Cómo las acciones humanas desencadenan temblores
Las actividades humanas como la extracción de gas, la minería, la construcción de represas y la producción de energía geotérmica pueden alterar este delicado equilibrio. La tensión repentina introducida por estas operaciones abruma la fuerza acumulada de las fallas, provocando que se rompan de una manera que libera mucha más energía de la esperada.
El terremoto de magnitud 3,6 ocurrido en 2012 en el pueblo holandés de Huizinge es un claro ejemplo. Provocado por la extracción de gas en el campo de Groningen, fue el peor terremoto inducido en la historia de Holanda, lo que obligó a las autoridades a detener las operaciones de extracción.
La ciencia detrás de los batidos
El equipo de Van Dinther utilizó simulaciones por computadora para demostrar que después de millones de años de inactividad, incluso una ligera perturbación de estas fallas puede conducir a una liberación catastrófica de la fuerza acumulada. Las simulaciones muestran que después de aproximadamente 35 años de tensión, la falla cede, provocando un terremoto inducido mayor de lo previsto.
Una vez que se libera la fuerza, la falla queda inactiva durante millones de años, pero el riesgo persiste. Con miles de estas fallas curativas dispersas en regiones estables, la actividad humana continua podría desencadenar múltiples temblores con el tiempo.
Implicaciones y precauciones
La proximidad de estas fallas poco profundas a la superficie significa que incluso los terremotos moderados pueden causar sacudidas significativas, particularmente en áreas donde la infraestructura no está diseñada para soportar tales eventos.
Daniel Faulkner, geofísico de la Universidad de Liverpool, destaca que las empresas que desarrollan proyectos en estas regiones deben comprender los riesgos subyacentes. Incluso mientras el mundo hace la transición hacia la energía limpia, los proyectos geotérmicos (que también inducen sismicidad) seguirán dependiendo del acceso a la superficie de la Tierra, lo que requerirá una planificación cuidadosa.
Van Dinther sugiere que los desarrolladores deberían priorizar métodos de extracción lentos y controlados para minimizar la tensión repentina en las fallas. Sin embargo, la conclusión clave es la transparencia: los desarrolladores deben reconocer y comunicar la posibilidad de que se produzcan terremotos a las comunidades afectadas.
“Debemos tener en cuenta el efecto de la curación y el fortalecimiento en la evaluación de peligros”, concluye van Dinther, subrayando la necesidad de evaluaciones de riesgos actualizadas en regiones previamente estables.
