Una copa de plata increíblemente conservada, desenterrada en Cisjordania palestina hace más de medio siglo, está reescribiendo nuestra comprensión de las primeras creencias cosmológicas. Este intrincado artefacto, que data de hace 4.300 años, puede representar el nacimiento del universo a partir del caos primordial, lo que potencialmente lo convierte en la representación visual más antigua conocida de un mito de la creación.
La copa ˁAin Samiya, de poco menos de 3 pulgadas de alto, fue descubierta en una antigua tumba cerca de Ramallah, una región históricamente conocida como la Media Luna Fértil, cuna de las primeras civilizaciones. Su superficie está adornada con dos escenas distintas grabadas en su plata.
En la primera escena, una serpiente colosal se enfrenta a una quimera, una criatura con torso humano y patas de animal, que se eleva sobre un pequeño emblema en forma de flor. Esta inquietante imagen puede representar el caos reinante. En contraste, la segunda escena presenta un aire de nuevo orden. La serpiente ahora yace postrada debajo de un círculo de flores sonrientes mucho más grande sostenido en alto por dos figuras humanoides (aunque sólo una permanece parcialmente visible debido al estado fragmentado de la copa).
Las primeras interpretaciones arqueológicas propusieron que las escenas se inspiraron en Enūma Eliš, un mito de la creación babilónico de unos 1.000 años después. Esta epopeya cuenta la derrota de la deidad primordial Tiamat a manos de Marduk, cuya victoria transforma su cuerpo en los cielos y la Tierra. Sin embargo, esta conexión ha sido cuestionada. No aparece ninguna escena de batalla en la copa y es anterior a la forma escrita de Enūma Eliš por un margen significativo.
Interpretaciones alternativas han sugerido que la copa simboliza el renacimiento cíclico del año: la muerte del invierno cediendo ante la promesa de la primavera.
Sin embargo, una investigación reciente dirigida por Eberhard Zangger de la Fundación de Estudios Luvitas sostiene que la interpretación original tiene más peso. Proponen que la copa efectivamente representa la formación del cosmos, pero está arraigada en un mito de la creación mucho más antiguo que Enūma Eliš.
El equipo de Zangger sugiere que la primera escena captura el caos primordial: la quimera encarna a un dios animal débil; debajo hay un sol diminuto, impotente y eclipsado. Una serpiente colosal reina sobre este tumultuoso cuadro. La segunda escena revela el orden que surge de ese caos. Los dioses se han separado de las formas animales, convirtiéndose en poderosos humanoides que sostienen en alto el igualmente poderoso sol en un “barco celestial”, lo que significa la separación del cielo de la Tierra. Derrotada, la monstruosa serpiente se desliza bajo el sol triunfante.
Zangger señala que los textos cuneiformes de edad similar a la copa de todo el Creciente Fértil ya describen dioses que separan los cielos y la Tierra, lo que confirma la evolución de las narrativas de la región sobre la creación durante este período. “Pero lo extraordinario de la copa”, subraya Zangger, “es que ahora tenemos una representación visual de lo que imaginaron como esta creación”.
No todos los expertos están convencidos. Jan Lisman, un investigador independiente, sostiene que las imágenes podrían representar el movimiento diario del sol en lugar de la creación cósmica. Silvia Schroer, de la Universidad de Berna, reconoce la posibilidad, pero advierte contra la exageración de las conexiones. Si bien ciertos motivos, como serpientes monstruosas, reaparecen en historias cosmológicas de la antigua Mesopotamia en una amplia zona, ella ve evidencia limitada de una influencia directa entre ellos.
“Aunque haya similitudes”, afirma, “no siempre existe un vínculo demostrable”.
El análisis publicado por Zangger y sus colegas en el Journal of the Ancient Near Eastern Society propone una nueva y fascinante comprensión de la cosmología temprana: un vistazo a cómo nuestros antepasados conceptualizaron el nacimiento del cosmos. Mientras continúa el debate sobre interpretaciones específicas, una cosa es innegable: esta antigua copa sirve como un poderoso recordatorio de la perdurable fascinación de la humanidad por nuestros orígenes y el universo que nos acoge.































